Nunca me gustó el Otoño, como además se dejaba caer tras el verano, era para mí muy triste. Prefería la Primavera, que no el Invierno, que representaba el renacer de la naturaleza, aunque con el tiempo llegué casi a odiarla, por eso de las alergias. El Invierno, creo que jamás me gustó, sólo cuando llovía y pegaba mi pequeña nariz contra el cristal, imaginando historias propias de la edad, además el frío no me sentaba nada bien, prefiero un poco más de sol. EL Verano bien, pero lo justo, demasiado calor es pegajoso.
Con el tiempo he descubierto que el es Otoño la estación que más me agrada. No ya por la temperatura, que también, sino por que es cuando la naturaleza cambia de aspecto y cuando ese juego de colores junto con la iluminación de un sol más tenue y suave hacen de ella maravillosas postales que se pueden disfrutar. Es el momento de pasear agradablemente y conocer paisajes y lugares pintorescos que, en algunos casos, tan cercanos a nosotros parecen sacados de cuentos lejanos. Eso me ha ocurrido en este último paseo por el campo, por la ruta de "Donde Nace" en la Sierra de Montánchez (Cáceres), perteneciente a los Montes de Toledo. Recorriendo el sendero nos fuimos introduciendo en un bosque de castaños y alcornoques, pasando por una zona de matorral y campos de vid y olivos hasta llegar al nacimiento del Arroyo de los Molinos ( donde existen más de 30 molinos que aprovechaban la fuerza del agua para transformar el grano en harina y cuya antigüedad parece ser que oscila entre la época romana y principios del siglo XX) esto bajo la mirada atenta de su castillo medieval. Todo esto unido a una agradable temperatura y a la compañía de unos buenos amigos.
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